Primero perdón por irme de vacaciones sin terminar los deberes y ¡dejaos sin saber si realmente me derribé! La última entrada que escribí, hace ya más de cinco meses, fue el horario de mis terroríficos exámenes del Bachillerato Internacional. Y aunque el blog se cerró por derribo, realmente no me derribé allí, sino justo al terminarlos. En la graduación, junto con algunos otros de mis compañeros (me gustaría decir todos para quedar mejor pero a estas horas no os voy a mentir…), después de ir oyendo el nombre y nacionalidad de cada uno de mis coaños, bajar a recibir los diplomas y oír el discurso de Augusto (Perú) y Frida (Dinamarca, aunque ¡espero que esto lo sepáis ya!), me pasó algo raro en la cara y empezó a salirme agua de los ojos. Flekke termina. ¡Dos años! Dos años que podrían ser 5 años o sólo dos semanas… Terminaron las clases, leirskule, las actividades, los gatherings o reuniones, la cena de graduación y la verdadera graduación.
Me ha costado tanto despedirme de este blog porque es difícil darse cuenta de que la aventura terminó. Hace dos años cuando me dieron la beca y busqué Flekke en el mapa, pensaba que me quedaba tantísimo tiempo hasta la graduación. Después de más de dos años, he aprendido tantísimas cosas allí. Aprendí a vivir con otras cuatro chicas en el mismo cuarto. Aprendí a volverme una experta en jugar al UNO. Aprendí que aunque se llama “cookie break” no hay galletas sino ¡ knekkebrød! Aprendí que nunca más me raparía el pelo (al menos no sólo parte de él). Aprendí a pasearme con mi bata de cola por todo el colegio. Aprendí a apreciar los sándwiches de queso de “evening snack”. Aprendí a escabullirme de mi casa cuando me tocaba limpiar la sala común. Aprendí a subir Teacher’s Hill una y otra vez con Alberto a casa de Ana y a volvernos sumamente españoles. Aprendí a subir sola. Aprendí a reírme de mí misma. Aprendí a bailar salsa y sentirme completamente en casa en las reuniones latinas. Aprendí a saltar en el fiordo. Muchas veces.
Aprendí que ir a casa de Chris era la mejor forma de comer comida deliciosa y reírme. Aprendí a sentarme en la biblioteca durante un montón de horas seguidas sin levantarme. Aprendí a bailar Bollywood. Aprendí a pensar en caras nada más oír el nombre de un país. Aprendí que el 17 de Mayo es el día nacional de Noruega. Aprendí a esquiar. Más o menos. Aprendí a terminar las prácticas de laboratorio de física y química. Aprendí a leer el menú para no aparecer por la kantina cuando tocaba lapskaus pero llegar suficientemente pronto a un sala común para poder cocinar espaguetis. Aprendí a no lavar mis pantalones morados con ropa blanca… Aprendí que las auroras boreales son la cosa más especial y misteriosa del mundo. Aprendí que puede nevar en Mayo. Aprendí que la mejor forma de ir a Flekke era en un kayak.
Aprendí a beber mucho té. Aprendí a coger un montón de plátanos de la kantina sin que Johnny viniese a regañarme. Aprendí cuáles eran los mejores helados en Haugland. Aprendí a indignarme. Aprendí a ir corriendo a la kantina cuando había salmón. Aprendí a subirme a un escenario y hacer un monólogo de la vagina. Aprendí a disfrutar. Aprendí a apreciar mucho a mis amigos. Aprendí a calcular la dimensión fractal de la costa noruega. Aprendí a debatir (¡a veces incluso sin sulfurarme!). Aprendí a elegir cuál era el mejor día para saltarme el primer bloque. Aprendí a escribir un blog. Aprendí a saberme de memoria todas las canciones del CD de la clase de arte. Aprendí que esta lista puede ser que nunca termine. Y aprendí que, a lo mejor, el día más triste de todo tu bachillerato era el día de la graduación.
Hace ya bastantes años me leí un libro del que mi profesora de francés se reía mucho. Y seguro que cuando diga qué libro tú también te vas a reír. Pero de pequeña siempre me gustaba demasiado Risto Mejide, el “malo” del jurado de Operación Triunfo. Es enserio que era pequeña. Pero en su libro leí una frase de la que nunca me he olvidado. Quizás porque me ha pasado demasiadas veces. Así que aquí va:
Crecer es aprender a despedirse. Ése, como digo, fue mi primer drama, y creo que nos pasa a todos. El día que te das cuenta de que crecer va a significar despedirse de personas, situaciones, emociones, memorias, ilusiones e incluso amigos que se supone iban a ser para toda la vida. El día que ves que crecer significa conocer cada día más gente que ya murió. El día que te das cuenta de que hoy te despides mejor que hace un año. Que ya no te sorprende que la gente desaparezca de tu vida. Es día estás aprendiendo a decir adiós, ese día estás creciendo.
Así que, según Risto, soy la persona más mayor del mundo. Pero bueno, si te despides de algo también toca saludar a algo nuevo. En mi caso despedirme de Noruega no significa volver a casa. Esta vez me voy aún más lejos. Después de un montón de solicitudes, ensayos, entrevistas y de pensar y reflexionar, decidí que me iría a Princeton University, en Estados Unidos. En un principio me costó la elección porque tenía bastante claro que quería quedarme en Europa pero ahora no podría estar más contenta porque Princeton me ha dado una oportunidad que ninguna otra universidad ofrece. ¡Un año sabático en China!
Un año sabático suele referirse a un año de descanso, y este va a ser un año de descanso académico hasta que empiece en septiembre de 2015 a estudiar ingeniería en Princeton. Pero, realmente, este año va a estar ¡muchísimo más lleno que probablemente ninguno de todos mis dieciocho! Esta oportunidad es gracias a un programa que ofrece la universidad y que se llama Bridge Year (literalmente traducido como “año puente”) y consiste en un año en otro país sin ningún tipo de presión académica (excepto aprender el idioma) y haciendo servicio comunitario. Y yo, acordándome de las miles de veces que he oído a mamá hablar de sus aventuras chinas, tuve la suerte de decidir solicitar una plaza y de ser seleccionada junto con otros seis aventureros. Como me habéis hecho tanta compañía durante estos dos años en Flekke, también estoy escribiendo un blog durante mi año en China y éste ya está tomando forma así que os dejo aquí el enlace por si queréis seguir siguiendo mis aventuras:
Espero que vosotros lectores también tengáis un buen viaje sea en España, Noruega, China, Estados Unidos o cualquier otro rinconcito del mundo. Bon Voyage, ha en fin tur o, mejor dicho, 一路平安!
Y colorín, colorado, este cuento vikingo se ha acabado.